El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

octubre 30, 2011

Cristina plus


(Algunos apuntes post electorales...)


Ha sido notable como en un año se fue delineando desde las sombras que arrojaba la muerte de Néstor Kircher, máximo gestor y sostén del proyecto, la emergencia de la figura de Cristina con perfil político propio resolviendo cada uno de los desafíos y despejando todos los interrogantes que se planteaban los primeros días después de la citada desaparición del ex presidente. Condensando todos los aspectos hay dos hechos claves, uno que representó la ratificación de sus condiciones de liderazgo y otro que le permitió desarrollar su propia personalidad política a nivel de los acentos temáticos.


El Stop Moyano

En la relación entre Cristina y el secretario general de la CGT Hugo Moyano, aquel episodio del estadio de River Plate en octubre de 2010 cuando se celebraba el Día de la Lealtad peronista, poco ponderado en los análisis, plantó una herida hasta ahora incurable. En aquella jornada Moyano mostró las feroces dentelladas de su incultura política, siempre amparada tras la fachada del reclamo sindical traccionado por las bases. Pero sumado a la desubicación extrema que significaba lanzar tremendo gesto de proselitismo interno en un acto que es de todo el peronismo y representa un día de unión en el culto a su líder, se agregaba una insolencia personal de manifestarse en el contexto de ser uno de los oradores precedentes a la propia Presidenta que debía cerrar el acto. Recordemos que Cristina tuvo que salir a decir que “trabajaba desde los 18 años” replicando la insólita bajada de línea para colmo hecha con tono de reclamo por “un trabajador como presidente”. Aunque la alusión hacia su persona no haya sido directa era imposible dejarla pasar. Las señales de “paradas de carro” públicas continuaron en abundancia, tras la amenaza de paro ante el solo rumor de una citación judicial y ante cierta inquietud por la obtención de puestos en las listas. Uno de los problemas eternos de convivencia política que ha tenido la rama sindical del peronismo en el seno del movimiento junto al resto de sus estamentos integrantes, es la imposibilidad de actuar quitándose esa genética que los hace funcionar a toda hora en tono de amenaza corporativa, siempre presentando sus discursos, actitudes y posicionamientos, mitad como reclamo y mitad como apriete. Cuando les conviene a sus aspiraciones de poder extra sindical, son parte del movimiento político, pero cuando necesitan confrontar internamente por los espacios se ponen el traje de “corporación independiente” que solo se debe a sus trabajadores. Desconozco si se han hecho algunas encuestas al respecto, pero yo no minimizaría el impacto positivo en gran parte de la clase media votante de Cristina de este claro posicionamiento, porque no olvidemos que sumado a su firmeza en el manejo de todas las presiones pejotistas internas en el conformado de las listas, desactivó uno de los principales argumentos de la oposición que era instalar una sensación de anarquía con un supuesto escenario de una viuda desbordada por las presiones cegetistas y conurbanas, en ausencia del inmenso dique de contención que significaba su marido en la materia.


La tecnologitis social

La otra arista emergente, más allá de haber sido una elección de comunicación en la campaña, es el énfasis político “made in Cristina” sobre la educación, la ciencia y los logros de las realizaciones individuales como reflejo del nuevo equilibrio social, donde la preocupación por los que menos tienen ya no es presentada como una reivindicación clasista limitante sino que busca mostrar sus efectos sobre todos los sectores ligados al crecimiento productivo. La apelación a la distribución popular del saber científico como motor del crecimiento obtiene el doble efecto de enfatizar tanto la inclusión de los menos favorecidos como la consideración de la importancia de los méritos y el esfuerzo educativo proyectado productivamente que aleja los fantasmas de una política solo interesada en asistencialismo primario.También permitió cambiar el sesgo “crispado” de la agenda, bajar el nivel de confrontación de su discurso.

octubre 29, 2011

La receta del ajuste eterno


"Si algo sé, es que el uno por ciento ama una crisis. Cuando la gente entra en pánico y está desesperada, y parece que nadie sabe qué hacer, es el momento ideal para lograr que se apruebe su lista de deseos de políticas pro empresariales: privatizar la educación y la seguridad social, recortar los servicios públicos, deshacerse de las últimas restricciones al poder empresarial..."

El orden neoliberal parecía haber encontrado la receta de la vida eterna con su curioso mecanismo, en el cual las crisis son más una oportunidad de negocios para ratificar su perpetuidad que una invitación a la autocrítica. Con la panacea del ajuste, típico del orden económico propuesto, producen profundas crisis que entonces deben mandar a curar de urgencia con una única medicina que consideran eficaz: mayores dosis del originario ajuste. Naomí Klein apoya a los ocupantes de Wall Street y siempre pone las cosas en claro.

La capacidad de reivención



El contraste suele ser el sostén de cualquier forma expresiva y eso se verifica aún en la percepción y significación de los hechos políticos. Se ha subrayado en la mayoría de los análisis posteriores al reciente triunfo de Cristina Kirchner en las elecciones presidenciales, la gran capacidad de reivención demostrada tanto por el kirchnerismo como fuerza política en función de gestión, como por la propia Cristina en el trascurso de su todavía vigente primer mandato. Una saludable capacidad de reacción que sostuvo con tenacidad los principios básicos pero se apoyó en una gran inventiva e inteligencia política para articular los matices, acentos y modalidades necesarios ante cada ocasión. Pero esta característica no surgiría tan radiante y nítida ante la realidad si no fuera por el contraste que representa frente a la expuesta por una oposición derrochadora de actitudes contrarias a cualquier “reivención”. Hablada desde afuera por las corporaciones de la prensa a las que entregaron la tarea de dictarles todo guión, se han mostrado atrincheradas tras la repetición del mismo discurso, y una tan inalterable como orgullosa asunción de la incapacidad de propuesta.

Precisamente, la prensa hegemónica, asumiendo un rol directriz -mitad por impetuosidad propia y mitad por la vocación claudicante de la oposicion política que le habilitaba esa intención con un acatamiento automático- abusó de un recurso clave del que ha dispuesto históricamente pero al que nunca se vio necesitada de acudir con tanta desesperación: la potestad de cargar de interpretación tendenciosa cualquier noticia y dirigirla en contra de un enemigo, en este caso el gobierno. Ese abuso termina primero volviendo inocuo el recurso para finalmente tornarlo contraproducente en tanto la percepción lectora va encontrando cada vez más su artificiosidad (mal) intencionada. También la insistencia en camouflarse bajo un manto de “independencia” acelera el efecto irritante y descalificador, que solo obtiene aprobación de minorías especialmente hostiles a cualquier tipo de política social y más aún, que provenga del peronismo. ¿Serán capaces de “reinventarse” abandonando la negación y la obsesión por volver al tener el control de antaño? ¿Asumirán la imposibilidad de una regresión a una manera de hacer negocios ante una ley de medios que ha sido ratificada hasta el cansancio?


octubre 27, 2011

Palabras en el cuerpo


Protegido por mi corazón de caballo
enfrento indemne los azotes
de la desilusión eterna...

Dame el beneficio de la duda
y seré rico...

Dame la presunción de inocencia
y seré el niño feliz
que jamás descubriste...

Cántame el arrorró carnal
y haré de tu vida una razón
para odiar la muerte...

El cuerpo tiene memoria
de las palabras.

octubre 25, 2011

Deshidratados


Dice Santiago Kovadloff en La Nación:

“Es cierto que el oficialismo no puede ser responsabilizado por la decadencia de la oposición. Pero no deja de ser significativo que no haya manifestado durante la campaña la menor preocupación ante esa decadencia, es decir, ante los efectos perniciosos que ella tendrá sobre la vida institucional del país”

Un cargo más para imputarle al oficialismo: no haberse preocupado por la decadencia de la oposición. A tipos como Kovadloff, que para colmo atesoraban entusiastas simpatías lilitenses, la derrota los ha consumido, y deambulan las primeras horas del impacto como si estuvieran deshidratados por la impotencia de no haber sido beneficados con la imposición de sus soberbias. En ese contexto, emiten palabras cuyo delirio descomunal y su cinismo desvalorizador del adversario, se abrazan a una supuesta racionalidad de presuntuosa sabiduría y nefasto autoritarismo moral.

La exageración dolosa provoca rechazo. Gritaron a los cuatro vientos el apocalipsis irreversible, denunciaron victimizándose un autoritarismo devastador de las instituciones, endilgaron aberraciones a diestra y siniestra, y cuando todo eso no pudo ser corroborado en la experiencia práctica de la realidad, el rechazo mayoritario a esa postura se patentizó.


Los jinetes del resarcimiento


Galopan sin discreción, como si prefirieran que los detecten los capturadores de presagios. Lanzados de cabeza en la noche ominosa de la desesperanza, veloces y deslizantes, reparten anchamente indicios de comunión que se devanan imbricados en la más tenue espuma de inconciente inmensidad. Y viajan en el interior de una pompa de jabón iluminada por la luz declinante de un atardecer. Han honrado sin hesitar las más hondas pasiones educadoras como abrigados han sido sus descansos por frazadas de caricias amorosas. Huyen del pavor de enmadrugarse solitarios en albas resecas, cortadas por amargos soliloquios de mates insípidos. Pueden morirse por la gloria de la pena o dejarse elegir por el rumbo de una reticencia rutilante.

octubre 22, 2011

Si de populismo hablamos...


"Para superar la exterioridad del poder económico y a veces político nace la idea de que la meta del desarrollo no es aumentar la capacidad de inversión, sino el nivel de participación e integración de una sociedad nacional resquebrajada o dualizada por los efectos de una modernización heterónoma. Tal es la definición del populismo. Su motivación más general es: rechazar las rupturas implicada por la acumulación capitalista o socialista; compensar una modernización inducida por un control colectivo, comunitario, de los cambios económicos y técnicos; mantener o recrear la identidad colectiva a lo largo de transformaciones a la vez aceptadas y rechazadas. En ese sentido la noción de populismo abarca a todas las formas antielitistas de control del cambio social"


Alain Touraine


octubre 14, 2011

Jobs, un modisto de la electrónica



El mundo de los productos informáticos es muy especial. Funciona como una especie de ghetto simbólico dentro del cual existen verdades de sentido común que pueden lograr, por ejemplo, que cualquier buen comerciante pase a la posteridad universal como un “genio de las computadoras” o incluso “El Leonardo Da Vinci del Siglo XXI”.

Está claro que Steven Jobs tecnológicamente no inventó nada sustantivo, fue un hombre de negocios bien informado que se basó en la fertilidad de su intuición para aprovechar las tecnologías disponibles y verlas puestas en objetos de consumo, poniendo énfasis en el diseño y en una estrategia de marketing determinada. Tanto para el éxito de su compañía como para la del que fuera su socio-amigo-enemigo Bill Gates, las claves técnicas trascendentes fueron creadas por otros. Muy lejos del glamour mediático dormirán las almas en algún ignoto lugar de los investigadores del PARC (Palo Alto Research Center) de Xerox que mandados por su empresa a desarrollar una computadora que pudiera adosarse a las fotocopiadoras para su manejo, dieron luz a la interfaz gráfica, al mouse y una serie de innovaciones que fueron la clave de la configuración del tipo de computadora personal que a la larga se impuso como estándar universal. Precisamente Jobs y Gates compartieron una única y gran visión de negocios realmente innovadora que fue creer que podrían existir las computadoras personales. Pero en el caso de Jobs, su dirección siempre estuvo orientada a diseñar productos novedosos y de alta calidad, darles un matiz exclusivo y ser la locomotora del mercado en la materia.

A partir de 1996, a pesar de tener una porción interesante de mercado, vio que era imposible ganarle la batalla en software y hardware personal a Microsoft -que se había impuesto usando una estrategia contraria: apertura, abaratamiento, masividad y compatibilidad- y apuntó a consolidarse como líder de objetos especiales enfocando hacia los usuarios que elegían "pertenecer". Primero fue la iMac, una PC de diseño llamativo, luego se enfocó a los utilitarios portátiles prestando atención a las nuevas tendencias de consumo digital. Cada lanzamiento implicaba una gran investigación de diseño que incluía también alguna innovación técnica de detalle interesante aunque no fuera algo revolucionario, como fue el caso de la pantalla táctil por ejemplo, uno de las más notables. Frente al cambio en la forma de disfrutar la música que implicó la irrupción del m3, contestó con el iPod como dispositivo, que tuvo luego en la creación de la iTunes Store una pretensión de salida compatible con la industria musical. A mediados de los 2000, con la tendencia del incremento del uso y de la sofisticación de los celulares en pleno apogeo, lanza el iPhone y logra conmover todo el mercado de esos aparatitos dominado por otras compañías electrónicas. Su último gran “chiche” fue el iPad, la tableta más problemática que útil, jugando siempre con lo irresistible de la novedad y la exclusividad. Que las demás compañías clonaran sus lanzamientos, incluso superando sus errores, fue estableciendo un raro mecanismo: Apple hacía punta con un objeto, lo imponía como deseo, y luego eran los competidores con sus clones los que terminaban su desarrollo superando sus falencias.


Cuando a Jobs le preguntaron porqué apostaba a que alguien pagara por un mp3 cuando bien podría descargarlo gratis de la red, respondió: “Por la misma razón por la que alguien compra agua embotellada, pudiendo obtenerla gratis de la canilla”. Eso sintetizaba su visión comercial de montarse sobre el segmento del mercado que es capaz de pagar por un valor agregado extra por la adquisición de una pertenencia a una elite, a una casta de exclusividad, de calidad especial más allá de lo corriente, representando el segmento de la alta gama. El mismo criterio usado en otros nichos de negocios totalmente diferentes como la industria de la moda, donde obviamente se paga muchísimo más por un Dolce Gabana o un Armani lo que se paga por una marca regional o lo que incluso podría hacerse en el sastre o la modista de la esquina, o la industria automotriz donde se pagan 200.000 dólares para cumplir casi las mismas funciones que cumple una máquina de 20.000. “El porcentaje del mercado que tiene Apple es más grande que el de BMW o Mercedes o Porsche en el mercado de automóviles. ¿Qué tiene de malo ser BMW o Mercedes?” fueron sus textuales palabras. También, los hábitos establecidos de presentación y el destino de sus productos orientados todos a las actividades interactivas de la vida cotidiana incluyendo los consumos culturales hizo que esa parte de la industria digital informática se convirtiera en un eslabón más del mundo del entretenimiento, sus nuevos productos eran esperados como si fueran nuevas películas de Hollywood o nuevos discos de una banda de rock, formaban parte de la industria cultural más que de la electrónica.

Pero Jobs encarnaba otro paradigma personal de cara a su imagen pública, era la máxima proyección del “yuppie cool” que se hacía millonario obviamente como cualquiera, pero aparte era creativo, innovador y con un toque de bohemia, arte, filosofía y amor por la calidad misma más allá de la frialdad de los números. No es extraño que se hayan desarrollado en el espacio geográfico cultural de California, alrededor de la Bahía de San Francisco, tal vez el centro más liberal de los Estados Unidos. Los que se hacen ricos en el mundo de la computación se convierten en el modelo del “millonario bueno”, en oposición al frío yuppie del mundo de las finanzas, caracterizado por la insensibilidad social como destreza básica, cuya fortuna crece al amparo de oscuras transacciones que ocultan consecuencias fácticas ulteriores casi siempre nefastas como despidos masivos o desguaces dolorosos, tal como lo retratara a mediados de los ochenta Oliver Stone en la película “Wall Street”. Los millonarios como Jobs eran artistas de los negocios con rostro humano, nos ofrecían productos destinados a incorporarse a nuestras vidas cotidianas, a volverse nuestras mascotas electrónicas, y además de flotaba tras ellos el espíritu del trabajo productivo, de empleos calificados, de ambientes laborales distendidos y sofisticados, catalizadores de talento e inteligencias jóvenes. Solo podía comparárselos en ese aspecto los con exitosos productores o directores de la industria del entretenimiento audiovisual.


Entender a Steve Jobs sin Bill Gates como su polo opuesto es difícil. Jobs estaba un paso atrás en la convicción de que las computadoras personales fueran a constituirse realmente en un producto masivo. Siempre eligió mantener, en pos de tener bajo control la alta calidad de sus productos, pero también sus altos precios que la mantendrían como consumo especializado o de elites, cerrando el juego para mantener bajo su control todas las partes del proceso, hardware y software. Microsoft se diferenció por ir hacia la masividad absoluta, y que la única forma de lograrlo era liberar el control sobre los componentes, permitir el juego de otras empresas, concentrar fuerzas en el software y no pretender abarcar la producción de los soportes físicos. Si hubiera triunfado la visión de Jobs, las computadora estarían mucho menos generalizadamente presente en los hogares y en las escuelas hoy día. Porfió siempre por mantener el control de todos los componentes, el control sobre el negocio incluso con una obsesiva defensa por las patentes de sus creaciones, donde llegó a extremos muy controversiales como pretender exclusividad por decisiones de diseño industrial muy elementales que difícilmente pueden alegarse como creaciones de identidad propia, tal el caso de sus reclamos a Samsung por los envoltorios encastrados o la forma redondeada de los ángulos de los equipos.


Ahora bien, ponerle paños fríos al entusiasmo por vincularlo a la genialidad no significa dejar de reconocer sus méritos personales como creador. La potencia del talento creativo se vehiculiza tanto a través de las expresiones tradicionales del arte, la cultura y la ciencia tanto como en este caso para la creación de productos tecnológicos, y no es justo valorarlo solamente en los primeros. En su vida de negocios dio muestras que siempre sus apuestas se debieron no solo a una estrategia de segmentación de mercado sino a su pasión por los productos que tuvieran una carga intelectual-cultural importante en cuanto a respuesta de concepción, desarrollo y diseño.

En el final, afrontando un cáncer, se dio el lujo de dejar unas frases acerca del sentido de la muerte que son aterradoramente profundas. “Nadie quiere morir. Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir para llegar allí. Y sin embargo la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y así tiene que ser, porque la Muerte es posiblemente el mejor invento de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo”. Imbuidas de la cosmovisión mercantil que lo atravesaba, intuye que la muerte aparece como un sabio dispositivo repositor pergeñado para el funcionamiento de los mercados sociales. Los seres humanos tienen su hora de protagonismo como esos productos exitosos pero llegará inexorable el momento de que se vuelvan obsoletos y reemplazables para continuar un ciclo que se presume infinito hasta que alguien pueda demostrar lo contrario.

octubre 12, 2011

El paraguas de Tabaré


La revelación de que el ex presidente uruguayo Tabaré Vázquez manejó la hipotesis de una guerra con Argentina y fue a pedir "apoyo preventivo" a los Estados Unidos ha causado gran impacto. El ex canciller Rafael Bielsa ya ha salido a responderle.

Este es el video que origina la noticia; Don Tabaré, en un contexto donde aparentemente quiere lucirse ante un auditorio estudiantil, expone que como hombre de estado tuvo que prever la hipóstesis bélica durante el conficto con Argentina por las pasteras sobre el río Uruguay. Pero muy significativos son los detalles que aporta a continuación, que evidencian con brutal crudeza su máxima dimensión geopolítica de alineamiento y un concepto despectivo hacia la Argentina. Primero hace una asociación absurda, paranoide y prejuiciosa de un episodio local totalmente desconectado de la relación bilateral como los incidentes ocurridos en el traslado de los restos de Perón a San Vicente en 2006, tomándolos como argumento para pensar en una posible vocación de hostilidad armada de parte de la Argentina. Finalmente, se jacta -con sutil ironía- de haber ido a pedir el amparo de George Bush y de haber obtenido la intimidación de la Argentina a través de una declaración diplomática arrancada a la cancillería yanqui acerca de que "Uruguay es un país amigo de Estados Unidos”. Un espanto.



octubre 08, 2011

Lechugas robadas de huertas orgánicas


Soy uno, soy cien. Un cabeza de huevo, una alimaña de suburbio, un nieto de inmigrantes campesinos, un zángano empobrecido, un rentista urbano bien alimentado de piedras, libros y culturas preciosas. Soy aquel, como Raphael, soy ese, eso, esto y lo otro. Soy miles, soy lo que se me de la gana, puedo serlo y dejar de serlo. Y no podrán saber quién soy porque escribiré todas y cada una de las líneas para desconcertarlos. Estas páginas no irán develando quién soy sino que sumarán enigmas sobre enigmas, tan triviales que les invadirá un rencor insoportable por no poder resolverlos. Soy de alta gama, con fémur de titanio y fibra de carbono, tengo el cerebro tan moderno que se comanda desde un tablero, con lucecitas azules que se prenden y apagan en la medida que pienso, vibro o recreo todo la información que capturo. Soy ecológico, fabrico barquitos con papel reciclado y los hago navegar en fuentes de agua pura, robo lechugas de huertas orgánicas. Soy soberbio, engreído, y dueño de una asquerosa humildad pueblerina. Soy culto, y bárbaro, mal hablado, me trabo, las sílabas suelen retorcerse alrededor de mi cuello como serpientes hasta ahogarme y limitarme a giros guturales. Soy culto, y sucio, empleo vocablos usados, repentizo hallazgos, agasajo sentido y los manjares dialécticos se me hacen agua en la boca.


octubre 05, 2011

Contrapelos II


Odio aquello en lo que se convierte lo narrado, esa condición de pieza, de objeto acabado que adquiere donde el tono después de la articulación se vuelve un aire inmundo de solemnidad. No puedo evitar que las campanas que portan las palabras suenen antiguas, como si se quedaran a resonar su propia alcurnia saturada de tradición, o retumbara como maldición sobre cada una ellas unos ecos ceremoniales. A veces escribir es componer una música despreciable.

Quisiera evocar esos momentos de dorada apatía, cuando mis ropas propulsoras me arrastraban por los desiertos del tiempo, en mi soledad clínica. De esas liturgias del hastío, grises y pueblerinas, de caras conocidas como derrota, de amigos y vecinos como anfitriones de una cárcel conspirativa. Cuando vivir se convertía en un aterrador devenir vegetativo, morando entre reflejos escuálidos de una irrespirable imposibilidad de aventura, nutrido apenas con unos gramos de ensoñación proteica para prolongar la espera por algún próximo destello milagroso de ruptura. Recorrer las mismas calles gastadas por los sentidos, repetir la ceremonia de la observación de sus accidentes morfológicos inmutables, caras, negocios, vidrios, colores de veredas, repasar una y otra vez su pobreza emisora, era un ejercicio a pérdida, que te vaciaba las escasas reservas de inspiración transformadora en segundos. Esa experiencia paradójica del encierro laberíntico en una inmensidad disponible, de sentir la estrechez sofocante en el medio de la anchura más optimista, te educa acerca de la farsante reputación de la libertad, tal vez la más engañosa de las ofertas del mercado de valores. La libertad nunca es generosa, porque su oferta está siempre condicionada después de la propaganda inicial, está administrada por un monstruo indestructible que se hace presente ni bien atravesamos sus puertas abiertas. Se esconde el maldito cinismo tras su fachada promisoria, y para todo lo que tocamos rige una penalización, para cada ilusión de descontrol existe un repudio fatal, execrable.

Todo paso libre es un paso en falso. Todo paso es un paso en falso.


Contrapelos I


Terror le tengo al horror, y simple miedo a todo lo demás.