El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

junio 30, 2011

El laboratorio teológico


(Microrelato en fricción)

Antes de acudir al templo, como un medicamento preventivo para el abrupto anochecer de sus instintos, se confortó a si mismo repasando una frase fundante:


“La madurez es la noble fatiga del alma en la vil decadencia del cuerpo”.


Intimidado en principio, luego se sintió ilusamente autorizado a empequeñecer todos los objetos que los rayos de sus ojos alcanzaban a irradiar. Creyó que detener la mirada en cualquier punto era gobernarlo a su arbitrio, elevando a una natural plenitud la sensación de que cada objeto observado quedaba reducido a su dominio. Una vivencia de posesión automática en la que todo lo que lo rodeaba formaba parte de una dimensión inferior, sumisa y súbdita de él, que convertía el entorno en una débil escenografía sufriente al punto de despertar su compasión. En el estado de la ritual normalidad que había experimentado toda su vida anterior, los ambientes solían cocinarlo con sus emanaciones de indiferente soberbia. Ahora en cambio acudían como envueltos por una benevolente deferencia, con tan fértil amabilidad que era imposible no dejarse atrapar por un extrañamiento indescifrable.


Las formas reconocibles hablaban en voz baja el espacio, murmuraban la definición de los contornos ambientales en tímidas tertulias de volumen apenas audible. Entonces el Todo podía aprehenderse como una iglesia plástica, apta tanto para la unción atea como para cualquier tipo de libertinaje teológico, una galería orgánica con inmunidad de nunciatura, donde se ocultaría ese gran laboratorio del cuerpo y del espíritu capaz de ejecutar milagros renovadores en unidades íntegras. Todos los límites estaban rodeados de muestras pulsantes, figuras diastólicas en relieve brillante como de bronce sanguíneo, verdaderos sellos estampados de ruegos, como si los sordos murmullos de cada plegaria genética se hubieran calcificado en las superficies. En el medio de un desorden de tubos de ensayo, de esculturas de santos pintarrajeadas, de ratones encerrados a pan y agua en jaulas de acero inoxidable, con muestras de plasma a punto de hervor y diversos atavíos del socorro químico, sólo podía percibirse el trepidar de una vela electrónica a punto de concluir su efímera rigidez. Un giro de manos introdujo la ostia ácida en su boca, la sintió como un veneno sabroso que en pleno acto de complacer mata, y ya todo se licuó dando lugar a la reacción primigenia de la resurrección.


junio 26, 2011

Un fútbol de humo


Finalmente le tocó el descenso a River. Caminar por la cornisa parecía una rutina riesgosa pero controlada hace unos meses atrás, pero de pronto llegó la derrota con Boca, el empate frente a San Lorenzo, el borde empezó a ponerse resbaladizo y la caída al abismo se volvió más cercana que nunca. Primero desembocar en la promoción por muy poco, al filo de salvarse, y luego el resultado esquivo de la fatídica serie con Belgrano. El fútbol como en la vida, a veces la malas rachas suelen volverse crueles e insaciables, y se empecinan en no detenerse hasta el peor de los daños. En ambos partidos no hubo una superioridad clara de de uno sobre otro, pero los caprichos del fútbol siempre dan su dictamen. River mostró la misma confusión y el mismo desorden futbolístico de todo el último torneo, con muy poco juego asociado, con escasa jerarquía individual, repitiendo errores y deficiencias, y apelando al puro voluntarismo de la actitud que no alcanza. Belgrano con un juego típico de la categoría, de buena presión defensiva, carrileros de ida y vuelta, un enganche que trata de distribuir y un punta veloz. En el balance de ambos partidos queda la sensación de que la fortuna de la pelota podría haberlo favorecido un poco más a River en un trámite parejo donde Belgrano hizo pesar su oportunismo. Y provocó mucha pena ver a los jugadores tan dolidos porque más allá de sus limitaciones, lucharon con lo que tenían hasta el final y no se les puede reprochar nada en ese aspecto.

Es evidente que la dirigencia, el cuerpo técnico y los jugadores actuales debieron cargar una mochila de plomo que era ajena a su responsabilidad. Y con ese lastre hubiera hecho falta una gran inyección de brillantez futbolística para remontar lo adeudado tras cuatro torneos en un par de campeonatos, o una buena dosis de fortuna; ninguna de las dos tuvo lugar. La administración de Passarella tendrá su cuota parte de responsabilidad, pero es evidente que el peso mayor de los fracasos deportivos recae, en calidad y cantidad, sobre la nefasta gestión de José María Aguilar. Demenciales elecciones de técnicos, revoleo criminal de jugadores traídos sin ninguna idónea evaluación de sus méritos deportivos, zona liberada a los negociados con pases, empresarios, representantes, inversores, barras bravas y oportunistas de toda laya. Recordemos como llegaban los enfrentamientos de su barra que derivaron en muertes; se peleaban por los dividendos del pase de Higuaín al Real Madrid, tal vez el último acto simbólico de la desquiciada gestión de Aguilar; los carroñeros insaciables tironeando el botín del reviente de la que sería a la postre la última gran figura surgida de unas divisiones inferiores destruidas. Precisamente, el caso de las divisiones juveniles fue alarmante, un asesinato alevoso de lo que fuera una gran cantera proveedora de jugadores con el despido de Delem y otras medidas devastadoras. Todo coronado por los pagos a periodistas mediáticos partidarios para mantener el jolgorio.



Los vaivenes de una industria sin chimeneas

Pero paralelamente a los desastres propios de su gestión institucional, River fue también una víctima más de un fenómeno que en los últimos años fue minando la competitividad de los equipos grandes, pero principalmente de Boca y River que eran los que solían imponer con cierta facilidad su notable hegemonía social y económica sobre los demás, traduciéndola en términos de éxitos deportivos. Los escenarios fueron cambiando y todo el fútbol terminó girando totalmente alrededor de la exportación de jugadores, del usufructo de ese valor agregado que se supone pagarán las potencias extranjeras por los diamantes de nuestro medio. Una verdadera industria que no figura en las estadísticas, y que dentro de su estructura exportadora produjo un cambio clave que determinó el comienzo del vaciamiento de los planteles de los equipos grandes: los clubes chicos comenzaron a acceder a los mercados extranjeros en forma directa gracias a acción de propaganda de la creciente red representantes y empresarios. Durante mucho tiempo fue un requisito indispensable para que un jugador originario de un club chico adquiriera alta cotización que se desempeñara en un club grande o en la selección nacional, lo que facilitaba la adquisición por parte de Boca y River. Eran los tiempos en los que Boca y River se nutrían de divisiones inferiores superlativas y de comprar los mejores jugadores de los equipos chicos que iban apareciendo; para las cotizaciones que se manejaban, el poderío de ambos era suficiente para absorber a los más destacados. A mediados de los 90 Boca le compró por una cifra módica a Argentinos Juniors una serie de jugadores juveniles entre los que estaba Riquelme. Eso sería hoy imposible y un prospecto joven de las cualidades de Riquelme sería colocado directamente a algún club Europeo por una suculenta cifra ya que son cooptados casi de niños por una red de representantes que está muy atenta en todo el país a la espera de capturar algún talento potencial. A eso se sumó el ingreso a la importación de clubes segundo orden de ligas emergentes como la griega o la rusa, que se agregaron a las tradicionales ligas europeas y mexicanas, y se convencieron de la oportunidad de adquirir jugadores cada vez más jóvenes que surgen en equipos pequeños con la promesa de poder beneficiarse luego de un enorme valor de reventa hacia las grandes ligas.


Los cultores del humo

Esta imposibilidad de competir con los valores de los mercados externos obligó a los dos grandes de nuestro medio a reducir las incorporaciones de jerarquía y a llenarse de descartes “con algún nombre”, categoría dentro de la cual se incluyen: jugadores de medio pelo pero afortunados por el goce de buena prensa en algún momento de sus carreras, pataduras exportados que fracasaron en sus equipos de ultramar y son devueltos con moño y todo para que aquí se los presente como rimbombantes regresos con gloria, ídolos veteranos en el ocaso biológico de sus carreras que se incorporan como salvadores para satisfacer a hinchadas sensibleras.


Dichos “jugadores de nombre” no son ninguna garantía de mejor nivel de prestación, sino lo que deriva del marketing de una industria de la transferencia que está sostenida por la acción de la prensa afecta a inflar figuras inexistentes y oscurecer a los que no son bendecidos por el acceso a la red de negociación. En realidad, no existe la más mínima relación entre la buena prensa y cotización de algunos futbolistas y su rendimiento deportivo, pero para mantener el negocio es necesario inventar valor agregado donde no lo hay y generar artificialmente superioridades inexistentes. La realidad es que en la primera división argentina existen unos doscientos jugadores de alta competencia con un nivel muy parejo cuyas diferencias de calidad son mínimas y fluctúan circunstancialmente. Esto determina que equipos de bajo presupuesto, con algo de ingenio, armen planteles de un nivel de competitividad similar al de otros con presupuestos cuantiosos. La consecuencia es la paridad extrema los torneos, que incluye una equiparación creciente entre la Primera y el Nacional B, bajo una tendencia general de empobrecimiento producto de la sangría constante de los mejores hacia otras ligas.

La discordancia entre la cruda realidad y lo que la miopía, la soberbia y la distorsión analítica hacen creer que es, exacerba el impacto emocional de los fracasos deportivos. El hincha del club grande termina creyendo el cuento que le venden primero de poseer jugadores “superiores”, o un “plantel de gran categoría”, y segundo de gozar de una hegemonía histórico espiritual que se supone se deberá imponer en la cancha. Se parte de exigirle al propio equipo la imposición de supremacías fantasiosas sobre los rivales. Luego, el devenir desnudo de los partidos como lucha entre torpezas equivalentes, termina provocando exasperadas desazones y destemplados reclamos. A eso debemos sumarle que en tal marco de chata paridad los resultados se resuelven por azarosas circunstancias, las influencias de los árbitros es más decisiva y los técnicos resultan señalados urgentemente como gurúes responsables de cada partido que no termina como la fábula grandilocuente lo indica.

Se supone que una transferencia afortunada que eleva la cotización de un jugador también eleva su nivel de juego pero se verifica dramáticamente que no es así. Que equipos como Godoy Cruz o Argentinos Juniors que lucen 11 titulares “sin nombre” y nunca han incorporado refuerzos grandilocuentes sigan acumulado muy buenas campañas parece no convencer a un medio futbolero porfiado y enviciado de guiar sus juicios por los resabios de una mitología anacrónica más que por lo que resultaría de aplicar el pensamiento racional al análisis de las situaciones. Ejemplos como el de Erviti, destinatario de una absurda sobredimensión mediática de su valía técnica y económica, presenta el extremo de esta fantasía colectiva.

Esta paridad forzada por las circunstancias y evidenciada en los hechos aunque la mitología voluntarista no lo quiera reconocer, hace del torneo argentino una verdadera picadora de carne donde cada vez más equipos están en permanente zona de riesgo de descenso, incluyendo a los más grandes y tradicionales.


La promoción, el colmo del sistema de promedios

El sistema de promedios se inventó para no condenar a un equipo por una sola mala campaña en un torneo. En general me parece justo que se tome en consideración el promedio de puntos en los últimos 3 años (que incluye 6 torneos cortos) y que los dos peores coeficientes desciendan. A fines de los 90 la AFA agregó el esquema de la promoción que desvirtuó totalmente el espíritu del sistema, un invento adicional para otorgar dos chances más de ascenso a los equipos del torneo Nacional B, y castigar de este modo a dos equipos más del torneo de Primera. En vez de aumentar el número de ascensos y descensos directos de dos a tres o cuatro, se prefirió en mantenerlo en dos y agregar esta instancia definitoria a dos partidos con ventaja deportiva para el club de primera. Más allá de la emotividad que adquieren estas series de promoción, su implementación es una contradicción absoluta con el objeto esencial del sistema de promedios –y también respecto del sistema de ascenso a través de un torneo largo de dos ruedas- que es ponderar la actuación de los equipos a lo largo de un tiempo extenso de desarrollo futbolístico. El sistema de promociones es la antítesis del concepto defendido ya que significa jugar a suerte y verdad un descenso o un ascenso en apenas dos partidos. Es muy emocionante pero también muy azaroso. Si aún se impusiera un descenso-ascenso más para llevarlo a 3, estos se definirían en el desarrollo general, pero obviamente nada podría evitar las angustias de las definiciones que no pasan tanto por el sistema sino por la paridad de los equipos.

Si en España o Italia con otros sistemas de ascenso tuvieran competencias tan parejas, los grandes equipos también estarían en riesgo. Pero en aquellos lugares las diferencias de presupuesto se reflejan nítidamente en el potencial de los equipos y es muy raro que los más poderosos pasen angustias. Descarto el caso del descenso de la Juventus en Italia porque no fue deportivo sino por una sanción disciplinaria debida a casos de soborno.


A pesar de todo, seguiremos apasionados por un fútbol que se ha vuelto de humo. Un humo denso de disturbios y bengalas, de pirotecnias vacías que festejan la mediocridad. Y otros humos de bonitos colores azules, rojos y blancos que emanan incesasantes desde las trincheras de los comerciantes de la pasión popular, confundiendo las esperanzas y los deseos con las realidades, encantando interesadamente el entendimiento de todos. En la histeria y la rabia cotidianas, en el hondo dolor de las falsas expectativas que se hacen crónicas, en las ilusiones frustradas de una justicia azarosa, habrá siempre nuevas emociones florecidas tras la gracia de un resultado afortunado y en el infinito poder de recobrar la hidalguía que sobreviene a la desazón más inexplicable.



Breve semiótica de la B


B, segunda letra segunda letra del abecedario español y del orden latino internacional y la primera consonante.

Simboliza la mediocridad, la derrota, el premio consuelo, el segundo nivel, la opción que se toma por descarte, lo suplente, lo subrogante, lo que no brilla, lo opaco, lo subterráneo, el refugio de los perdedores, la opción menos preciada.

El plan B, el lado B, la cara B, el nivel B, el curso B, el amor B, la clase B.

Si la A es el brillo de lo superlativo, la B es la opacidad de lo mediocre.

Si la A es la letra de los grandes elegidos, la B es la de los pequeños sustitutos.

Estar en A es formar parte del comando en jefe del primer plano, estar en B es ser soldado de la supervivencia en las sombras.

A es el paladar consagrado a los manjares, B es el estómago engañado por las sobras.

La A es el paraíso de los iluminados, la B es el infierno de los oscurecidos.

¿Crisis, qué crisis?


Vía Juan Blanco, una interesante referencia al proceso que condujo a la actual crisis capitalista a través de los trabajos del politólogo francés Franck Biancheri.

Juegos de guerra


Normalmente las bases se asientan, son depositadas en el plano más estable para usufructuar el sostén que aporta su letargo. Son los sólidos estáticos que se disponen para el evento del permanecer. Pero aquí transformo el concepto porque se trata de ideas, y la mejor base de sustentación de una idea es su voladura, la parábola elevadora capaz de esparcirla en el entorno para que en su mismo trayecto pueda madurar alimentándose del aire que roza. La partida de una idea necesita una breve ceremonia, un rito iniciático silencioso colgado apenas con hilos de la cuerda imperante.

“Todos los juegos son juegos de guerra”

junio 20, 2011

El segundo demonio



Ya es todo un género ensayístico-periodístico escribir en clave necro. La gente se muere y se imponen las notas de opinión que brotan en todas partes con una velocidad pasmosa. Se sabe que los grandes diarios guardan en sus almacenes varias necrológicas ya escritas de figuras con probabilidad de crepar. Pero igual no deja de sorprenderme como incluso reputados y multi-ocupados intelectuales hornean en minutos sus notas que salen listas para consumo cuando el cadáver de referencia está todavía tibio. Ernesto Sabato no fue la excepción hace poco más de un mes, no habían alcanzado a ponerlo en el cajón que las diatribas salpicaban en todas partes. En mi caso, apenas puedo con el ejercicio del abordaje tardío.

La disquisición sobre si un escritor debe ser juzgado por su obra o sus intervenciones públicas de carácter social y político me parece tonta. Si un escritor aparte de escribir decide convertirse en cantante, jugador de fútbol o referente social de opinión, valida por ese solo hecho la operación de ser juzgado también con arreglo a los valores propios de cada una de esas actividades. El escritor que hace suyo el rol de referente intelectual que la sociedad le ofrece y asume la toma permanente de posición antes los sucesos político sociales dominantes es obvio que se compromete a ser juzgado por su desempeño en dicha tarea, y Sabato es un preciso ejemplo de ello.

Demonizar nunca fue una figura tan apropiada para definir el tratamiento reservado a Sabato en los últimos tiempos. Desde algún centro de gravedad de opinión de izquierda se le imputó ser el autor de la “teoría de los dos demonios” y a renglón seguido se lo demonizó por ello sin dar lugar a recurso dialéctico alguno, convirtiendo esta operación semántica en una infinita progresión geométrica de demonizaciones jamás vista. No merece la pena indagar las distintas corrientes que confluyeron en construir esta verdad instalada sobre los hombros de Don Ernesto, pero baste con reconocer que se trató de uno de esos dictámenes tan anónimos como inapelables que anulan cualquier intento de someterlo a escrutinio.

Sabato fue condenado por el crimen de ser el más emprendedor de los héroes autorreferenciales de la cultura argentina. ¿Cómo hacer para sostener sin pausa la inmaculada bandera de un compromiso con los valores de rechazo al orden imperante al mismo tiempo que con ubicua ductilidad se refrendan las sucesivas encarnaciones de ese orden? ¿Pecado de vanidad? Acaso si entendemos como vanidad la desesperación por volverse trascendente, porque a Sabato lo atormentaba la inestable discrecionalidad de la trascendencia cultural y el interrogante último por el valor estético. Habiendo conocido la ciencia, siempre destacaba que lo que más lo acosaba en el arte era la incertidumbre por el valor de lo creado, la ausencia de dictámenes de verdad unánimes, y así se fue testigo de los estragos humanos que causaba en las almas profundamente ansiosas de absolutos, tanta confusa manipulación minorista de los valores de la grandeza. Ante cada punto de inflexión violento de la historia que le tocó vivir se apresuró como bombero intelectual a tomar posición inmediata y sus afanes de figuración y de aprobación moral fueron estampados en la tela visible de los hechos desnudos. Pero definitivamente, su figura representó como pocas el sentido común móvil de los argentinos, escribió y entonó el guión del flexible paradigma social capaz de justificar los hechos y otorgar razonabilidad a los poderes de turno, poniendo el correlato de legitimación cultural a los mensajes de casi todos los oficialismos.

De la relativamente escasa obra que salió de su pluma, atormentada por las inseguridades y las manías, sobresale “Sobre héroes y tumbas”, anclada en el lugar de su obra con mayor aprobación. A pesar de que se le han encontrado ciertas indecisiones, es la clave de acceso más inspirada a sus obsesiones fundantes. El héroe interno, la fiebre por el absoluto que lo apasiona y lo vuelve fanático hasta de sus errores, y la ansiedad de gloria que subyace al fuego interior de una obsesión impiadosa por una perfección fútil. La sepultura de la esperanza, representada por la acuciante necesidad de hacer cesar la pestilencia del hombre vuelto carne descompuesta, repetida como un ritual de derrota una y otra vez, por sus deudos responsables.

“Abbadón, El Exterminador” fue su novela que más disfruté, representó más coloridamente la brillante lucha de la mente racional contra la carencia de un Absoluto y contra la seducción tanto irrefrenable como culposa del concepto mismo de Demonio. El Mal como el eje de toda obra, y La Razón como única espada capaz de volverlo pedazos. Un Mal que se mostraba como todo esperaban que fuera: obsesivo, oscuro, ciego, maloliente, monstruoso, subterráneo; un adefesio realmente abominable.


Familiarizado con la noche


F amiliarizado con la noche (de Robert Frost )


He sido alguien familiarizado con la noche
He caminado en la lluvia, y vuelto a la lluvia
He traspasado la luz más lejana de la ciudad

He bajado la mirada hacia el sendero más triste
Me he cruzado al sereno en su ronda
Y he bajado la vista sin ganas de explicar

Me he quedado quieto, deteniendo el ruido de los pies,
Cuando a lo lejos un grito sofocado
Llegaba, por sobre las casas, desde otra calle

Pero no para hacerme volver ni para decirme adiós;
Y aun más lejos, a una fantástica altura
Un reloj luminoso contra el firmamento

Proclamaba que el tiempo no estaba bien ni mal
He sido alguien familiarizado con la noche



I have been one acquainted with the night.
I have walked out in rain -- and back in rain.
I have outwalked the furthest city light.

I have looked down the saddest city lane.
I have passed by the watchman on his beat
And dropped my eyes, unwilling to explain.

I have stood still and stopped the sound of feet
When far away an interrupted cry
Came over houses from another street,

But not to call me back or say good-bye;
And further still at an unearthly height,
A luminary clock against the sky

Proclaimed the time was neither wrong nor right.
I have been one acquainted with the night.



junio 17, 2011

Asimetrías geográficas de las ideologías


En momentos en que Europa lucha por la supervivencia de los restos aún no arrasados del Estado Bienestar ante la sentencia de ser “sacrificado” en aras de la santa razón de “preservar” la salud del sistema capitalista global de crecimiento, competitividad y acumulación infinitos, conviene repasar algunas asimetrías derivadas del uso corriente de los mismos conceptos que reciben diferente significado según sea su localización geopolítica.

1. Estado Bienestar

En Europa:
Dícese de un avance social que es propio del mundo desarrollado, y consituye un símbolo de la madurez de la sociedades que han adoptado un moderno capitalismo con rostro humano donde los avances sociales no son incompatibles con el crecimiento y van a la par de los vertiginosos progresos tecnológicos.

En Sudamérica:
Dícese del nefasto intervencionismo populista del estado. La matriz básica de operaciones del populismo para mantener a las masas pobres como soldados del clientelismo y la corrupción políticas. Sustento de las políticas demagógicas que favorecen el clima de desorden, la inseguridad jurídica y desalientan la inversión productiva.


2. Seguro de desempleo o subsidio a parados o desempleados.

En Europa:
Dícese de una medida de brillante avance social que preserva la dignidad del ciudadano, mantiene su estabilidad psíquica y familiar y contribuye a viabilizar su adaptación dinámica a los cambiantes requerimientos laborales que impone la economía globalizada.

En Sudamérica:
Dícese de un despilfarro irresponsable de los recursos fiscales causante de déficit inflacionario que acostumbran a instalar los gobiernos populistas con fines electoralistas para mantener cautivo el voto de la población. Medida demagógica que contribuye a sumir al pueblo en la vagancia, el juego y el alcoholismo en tanto alienta a las masas a ser parasitarios rehenes del estado populista y no estar disponibles como fuerza laboral. Mala enseñanza que va en contra de la cultura del trabajo y mal ejemplo para los que se ganan el pan con el sudor de su frente que ven como una caterva de acomodados reciben un pago por no hacer nada.


junio 16, 2011

Fugaces capturas de mi pantalla anotadora I


Del pensamiento único

-Es el pensamiento capaz que maneja las diferencias posibles, siempre cayendo dentro de los límites de algunas zonas intocables, que se definirían mejor en términos axiológicos, como valores. “Pensamiento único” puede referirse a cualquier esquema de cierre del pensamiento, aún el embudo que conduzca a una dicotomía artificial, pero en el contexto político post-caída del muro de Berlín se usa para referir a aquel pensamiento hegemónico que ya no discute el valor de los presupuestos básicos del capitalismo liberal. Es el pensamiento que suscribe a la democracia liberal con el valor social deseable e incuestionable pero que la concibe indefectiblemente ligada al capitalismo neoliberal globalizado como el único sistema de producción capaz de encarnarla. No encuentro mejor explicación en términos sencillos para esto que la dada por Viviane Forrester en “Una extraña dictadura”

-Por “Pensamiento único” en este caso no quiere decir pensar exactamente lo mismo sino aceptar la “incuestionabilidad” de unos determinados valores relacionados con la perpetuación en el poder de unos intereses. Se parte de afirmar que la única opción posible es aceptar al sistema capitalista así tal como es, gobernado al arbitrio de sus élites más poderosas y sin más límites que su propio apetito. El lucro ilimitado es su esencia y por lo tanto hay que seguirlo ciegamente si queremos que resulte eficaz como aparato. Algo así como que si queremos que un organismo siga vivo porque su salud es nuestra única esperanza conviene alimentarlo de sus manjares preferidos y no contradecir ninguno de los caprichos que lo mantienen feliz y saludable. Es preciso legitimarlo en forma absoluta, excluyendo cualquier otra opción y declarando la intangibilidad de sus principales valores: la búsqueda de la infinita acumulación a través del lucro, la sagrada propiedad privada de las empresas y su derecho a disponer incondicionalmente de cualquier grado acumulación al precio social que fuere.


junio 14, 2011

Ciego, casado y muerto



Y un día como todos que ciego estabas, quedaste de pronto casado y muerto...


Jorge Luis Borges (1899-1986), bodas de plata con la inmortalidad...

junio 10, 2011

La consagración de Kovadloff


Para la tradición liberal, la distinción es la clave de todo discernimiento. ¿Que sería del conocimiento sin jerarquía ni autoridad de clase? Quedaría reducido a una confusa maraña de asociaciones informes sin ninguna esperanza de orientación comprensiva.

En el campo intelectual existen destinos irrevocablemente ligados al linaje, y separar lo accesorio de lo importante equivale a diferenciar lo monárquico de lo plebeyo. Los grandes medios argentinos en guerra santa contra la cultura populista están incrementando las contrataciones, las misiones y las unciones. A Jorge Lanata, apenas vendedor ambulante de módicos idearios de consumo masivo se le reservó una modesta admisión en las filas televisivas de los Marcelo Bonelli y los Santo Biasatti. A Beatriz Sarlo, un escalón más arriba, se la envíó en misión especial a un combate cuerpo a cuerpo contra las mismísimas hordas de 6,7.8. Pero a él, Santiago Kovadloff, verdadero reservista íntegro de la causa, que no ha escatimado dureza ni demostrado la más mínima grieta en su tajante y devastador desprecio por el gobierno, se lo nomina para la "Academia de Ciencias Morales y Políticas", de la mano nada menos que de una emotiva presentación de José Claudio Escribano, el abanderado en ejercicio de la lucha por el condicionamiento político.

Así el poder premia a sus intelectuales fieles, nobles y austeros, que se alejan de cualquier tentación.


Calatrava en problemas




El notable aquitecto-ingeniero español Santiago Calatrava, cuya carpeta de grandes obras internacionales impresiona siempre a público y crítica por sus caracterizados diseños enfrenta los problemas de la inserción de sus obras en la cruda realidad.


junio 07, 2011

El periodista


"El concepto mismo de periodicidad es lo que debe ser críticamente puesto en duda, tanto más en un mundo en el que el periodismo ha adquirido la legitimidad autorreferente y tautológica de un poder que se encuentra más allá de todo cuestionamiento, y en una sociedad en la que el periodismo ha sustituido efectivamente a la metafísica, la filosofía, la ideología social, la discusión de las ideas y hasta el mismo arte. Se diría que, a medida que estas disciplinas mueren como preocupaciones sociales, el periodismo las vampiriza para capitalizar sus desechos bastardos, como una inconsistente y cambiante ciencia de híbridos que reciclara todo pensamiento para volverlo lugar común, o bien lo acepta sólo cuando éste se había vuelto cliché. El periodismo no sólo sería colección de los fragmentos rotos del gran edificio de la historia, sino basurero de los pedazos en que se ha desmoronado toda reflexión sobre ella"

Claudio Uriarte


Las descripciones que siguen no son peyorativas. Implican un intento periodístico de escrutar algunos aspectos de lo que constituye al sujeto periodista.

Como sucede en cualquier otra profesión u oficio –ingeniero, contador, gerente, político, tornero o docente- los hay obedientes de sus patrones y los hay independientes. Los hay de derecha, de centro y de izquierda. Los hay militantes y los hay asépticos. Los hay honestos y los hay corruptos. Los hay corajudos y los hay pusilánimes. Pero todos son periodistas.

Pierre-Joseph Proudhon decía que el periódico era el cementerio de las ideas, y en ese caso los periodistas serían sus sepultureros. Pero creo que el anarquista francés exageraba. El periodista no entierra las ideas, solo las deja que deambulen moribundas en todo caso sin prestarle demasiada ayuda.


Básicamente un periodista es alguien que está obligado a informar sobre aquello que nunca sabe muy bien de que se trata y opinar de todo aquello que no entiende. Salvo excepciones, son transmisores de un conocimiento incompleto, superficial y distorsivo condicionado por la urgencia de producción y la ansiedad por generar un impacto comunicativo. Acuciados por la competencia, necesitados de un saber instantáneo que se vuelva una explicación sencilla, reducen la realidad a los trazos ficcionales de una caricatura. Saber un poco de todo y mucho de nada no es patrimonio del periodista, sólo que éste es uno de los pocos que hace de ello la base de su ejercicio profesional. Que luzcan sagazmente informados habla de su habilidad y de la ignorancia promedio que tenga el público receptor.


El problema es que los buenos periodistas dejan de ser periodistas. Cuando leemos esos decálogos del “buen periodista” en realidad aparecen descriptas cualidades tan heroicas e ideales que de cumplirse harían que un periodista dejara de serlo. El peligro del exceso de idealismo es uno de sus defectos, ya que terminan amenazando con creerse de veras que son la salvaguarda de la verdad. Nunca están exentos de las miserias humanas que nos tocan a todos los hijos de este planeta aunque jueguen a lucir de héroes y sacerdotes de la verdad.


¿Que sería el mundo sin periodistas? Antes de aventurarme a decir si sería mejor o peor, puedo asegurar que sería más aburrido. Viviríamos presos de los dictámenes de especialistas, aguardando la ponencia de sesudos intelectuales o soportando la soberanía de cada discurso corporativo. El periodista tiene un rol crucial en la sociedad democrática, y no por ello debe creerse que hacer su trabajo sea una epopeya. Su misión no es salvar la verdad sino tratar de que no le explote en las manos, porque debemos reconocer que manipular algo tan delicado como la verdad todos los días como les toca hacer a ellos no es tarea fácil.


Nada de lo humano le es ajeno, ya que su saber trata con igual destreza acerca de las causas de engelamiento en las alas de un jet hasta las motivaciones culturales de la guerrilla chechena. Su tremebunda curiosidad es directamente proporcional a su enorme eficacia distorsiva para presentar las cosas. Goza de una habilidad suprema para detenerse en aspectos laterales y fallar en la comprensión del fondo de las cuestiones, no por incapacidad sino porque es producto de un modo de conocimiento dirigido por la maquinaria definitoria de su profesión basada en la fugacidad, la urgencia y la acuciante demanda de explicaciones calientes que rige antes del necesario conocimiento. El periodista representa a la furibunda curiosidad de todos, es el ojo de ese veloz interés universal que hace que nada de lo que acontece se nos presente extraño. Leyendo al periodista nos sentimos más sabios, porque ellos todo nos lo acercan.


La historia es rica en hechos que han demostrado la importancia de algunos periodistas como reserva de opinión. Han ayudado a poner en jaque dictaduras, han condicionado al menos la impunidad de grandes corporaciones y de nefastos gobernantes. Pero obviamente no todos han usado esa posibilidad de incidir -aunque sea levemente- en función de honrar ideales libertarios, porque volvemos al hecho que el periodista es apenas la variable de la posibilidad de incidencia del sujeto en la abrumadora materialidad del medio que representa. El compromiso del mensaje de su propia subjetividad en juego tironea al periodista. La presencia del mensaje patronal que está en la forma de presentar la información tanto como en la opinión lo obliga a refrendar su condición de empleado en cada acto, a poner en riña cotidianamente a sus convicciones y su necesidad laboral como casi en ninguna otra profesión sucede. Y así navegan, por un lado están los que adoptan la postura de volverse meros efectores profesionales de un oficio que ante el encargo de su jefe de escribir una nota sobre Dios pregunta si la quiere “a favor o en contra”, y los que intentan obtener un conchavo en aquel medio que se ajuste a sus inclinaciones ideológicas para poder reflejarlas en cada línea que escriban.


Casi que estoy tentado de finalizar este artículo con un título del tipo “Todos somos periodistas”. Me limitaré a reconocer que el mundo cotidiano se nos presenta bajo las formas del Saber Periodístico que se vuelve una contagiosa referencia de verdad. A menudo amamos, sentimos, lloramos, reímos, comprendemos, nos confundimos, nos dormimos y nos despertamos a realidades a través de la trama urdida desde una mirada periodística de nuestros acontecimientos. No creo que sea deseable respirar el mundo desde esta lógica periodística, más bien creo que es una pena que eso suceda. Deberíamos intentar nosotros cambiar las lógicas imperantes de nuestras miradas antes que esperar que cambien los periodistas.

junio 05, 2011

Bienvenido a Españistán


Aleix Salo apela al humor para trazar una explicación gráfica del "Spanish Dream" neolibereral que comenzó en 1998. El vídeo se llama "De la burbuja inmobiliaria a la crisis"